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Como hemos ido viendo hasta ahora, el retorno de la persona expatriada a su país de origen puede conllevar toda una serie de malestares a nivel psicológico y emocional. El miedo al regreso así como las frustraciones y resentimientos que se puedan dar debido a las expectativas no cumplidas, son problemáticas que debemos aprender a gestionar para una correcta readaptación a nuestra tierra.

Una vez nos encontramos ya de vuelta, podemos llegar a experimentar un cúmulo de emociones y sensaciones de la que destacamos una especie de depresión o tristeza profunda. Este sentimiento se suele dar debido a que cuando estamos viviendo en el extranjero, tendemos a idealizar y anhelar nuestro país de origen, y una vez estamos de vuelta, dicha idealización choca fuertemente con la realidad. Así como cuando emigramos padecemos en muchas ocasiones un fuerte choque cultural, cuando volvemos, existe un nuevo choque (reverso) que no dista mucho de éste. Hay que tener en cuenta que mientras hemos estado fuera, el sitio que nosotros teníamos en mente ha cambiado y por lo tanto, ni nuestro Yo sigue siendo el mismo que se fue ni el entorno tampoco.

En el tiempo que llevo trabajando con personas expatriadas, he podido ver de primera mano las diversas dificultades existentes a la hora de adaptarse en el país de acogida pero también, en la vuelta. Al caso de lo que se está relatando en este artículo, muchas de estas personas me han hecho saber que sienten que volver es “retroceder en el camino que iniciaste”, “reencontrarte con tu grupo social en el cual ya no te sientes parte”, “darte cuenta de que te has perdido grandes momentos”, “sentir que hay costumbres que ya no ves como tuyas”, etc. Estos son pequeños ejemplos que demuestran las dificultades de las que estamos hablando.

Ahora bien, este sentimiento de sentirte fuera de lugar suele irse mitigando con el paso de los meses. La persona en general vuelve a habituarse a lo que es su nueva vida en el país de origen, y es que no hay que olvidarse que al fin y al cabo el ser humano es altamente adaptable a los nuevos cambios que se producen. Por lo tanto, individuos con ciertas herramientas de identificación y manejo cognitivo y emocional no tendrán problemas a la hora de readaptarse.

Aún con esto, sería engañoso si se dijese que la totalidad de las personas que vuelven se aclimatan al cambio, y es que hay en ocasiones que está tristeza y sentimiento de no pertenencia se prolonga durante excesivo tiempo, y es entonces cuando puede surgir el denominado síndrome del viajero eterno.

Dicho síndrome se caracteriza por viajar continuamente para así aliviar el malestar ocasionado a la vuelta. La problemática que guardan estos viajes incesantes, es que no se afrontan ni se gestionan los pensamientos, emociones, cambios… con lo que al final son simplemente conductas de escape que llevan a ningún sitio. Lo que hay que tener claro, es que el bienestar no se encuentra en el entorno, si no en el trabajo en uno mismo y por lo tanto, en procesar y adecuar la realidad a nuestro propio Yo.

Habiendo explicado todos los entresijos que guarda la vuelta a casa, nos disponemos a enumerar, explicar y sintetizar ciertas pautas que, en mayor o menor medida, ayuden a aquellas personas que retornan a retomar su vida en su país de origen:

  • Inicialmente hay que ser conscientes de que esta readaptación es un proceso temporal que, como bien se ha mencionado anteriormente, se da por el choque entre idealización y la nueva realidad. Por lo tanto, hay que intentar mantener la calma y no caer en la impaciencia y desesperación. Las emociones que vayamos teniendo durante este trayecto acomodaticio tienen su función y hay que permitirse experimentarlas.
  • Otro consejo que daría, es juntarse con personas que estén una situación parecida. Mediante las historias de la gente, iremos sintiéndonos familiarizados y veremos que nuestra situación es más normalizada de lo que se cree, con lo que conseguiremos no caer en grandes preocupaciones sobre nuestro estado.
  • También es recomendable interesarnos por todo lo nuevo que ha acontecido en los diversos grupos que tengamos, esto hará que poco a poco empecemos a entrar en la rueda de pertenencia grupal.
  • En relación a las novedades, hay que intentar no caer en lo despreciativo hacía los cambios o actitudes del exterior. El por qué es muy sencillo, si hacemos esto lo que conseguiremos es empezar a idealizar el lugar que dejamos atrás, con lo que nos distanciaremos de nuestra tierra y comenzaremos a distorsionar los recuerdos del país en el que estuvimos. Hay que tener claro que cada sitio es diferente y que todo tiene sus cosas positivas y negativas.
  • Es importante disfrutar el aquí y el ahora, es decir, dejar de lado en la medida de lo posible, el pasado y el futuro. Hay que intentar sacar lo positivo y aprovechar al máximo cada nueva experiencia que vivamos.
  • Identificar todos aquellos sesgos cognitivos que se nos puedan dar en relación a nuestra vuelta. La cabeza muchas veces nos juega malas pasadas y hay que captar todos esos pensamientos irreales como “todo es fatal” “ya nadie quiere estar conmigo” “todo era mucho mejor antes” “la gente no me comprende” “yo sigo igual y el resto no”… porque nada en esta vida es términos absolutistas y son dramatizaciones excesivas.
  • Distraerse con los amigos o conectar contigo mismo en tu tierra, hará que vuelvas a disfrutarla y que te reencuentres nuevamente con ella.
  • Por último, si los malestares emocionales persisten durante un largo tiempo (un año aproximadamente) siempre es bueno contar con ayuda profesional que te ayude a superar la situación.

A modo de conclusión me gustaría recordar, que las problemáticas mencionadas no durarán para siempre y os volveréis a sentir de vuestro lugar de origen e incluso, si volvéis a emigrar, llevaréis vuestra pertenencia con vosotros al destino que vayáis.

JAVIER ARZA. PSICÓLOGO EXPERTO EN PSICOLOGÍA COGNITIVO-CONDUCTUAL

 
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