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Introducción a la «personalidad malware».

En el vasto espectro de la psicología de la personalidad, encontramos patrones de comportamiento que, lejos de fomentar relaciones saludables, se caracterizan por su capacidad para manipular, destruir y causar daño en su entorno. Entre estos perfiles destacan las personalidades psicopatógenas, o generadores de trastornos psicológicos, que las podemos identificar con personalidades psicopáticas, narcisistas, sociópatas, tóxicas o como las llama el psicólogo García Cosín, Anti-reales. Estas personalidades comparten características como gusto por el poder o dominio sobre el otro,  la falta de empatía, la manipulación emocional y el rechazo de cualquier valor ético o moral. Es lo que Fromm señalaba como personalidad una personalidad que la describe con “ un carácter destructivo que encuentra satisfacción en el odio, el sadismo y el deseo de destrucción.» (Fromm, 1973, p. 20).

Sin embargo, podemos hacer una conceptualización contemporánea y metafórica de este tipo de personalidad, denominándolas  «personalidades malware», un término que encapsula su capacidad para infiltrarse, alterar y destruir la «estructura interna de información», a la que García Cosín (2018)  llama Sistema de Referencia Interno, de sus víctimas de manera similar a un virus informático.

La «personalidad malware» se ubica en el rango de esas personalidades destructivas o psicopatógenas , que ya hablamos en otro artículo cuando se hablaba de la personalidad manipuladora. pero con una visión particular desde el modelo del ordenador, como es su capacidad de distorsionar la realidad de sus víctimas a través de la introducción de información falsa, manipuladora o confusa. La información es poder, como bien saben las personalidades psicopáticas y sociópatas y esta  «personalidad malware» lo hace como un virus: infiltrándose en la mente de los demás, corrompiendo su percepción de la realidad y debilitándolos psicológica y emocionalmente para someterlos.

En este texto, exploraremos las características principales de lo que podríamos denominar personalidad «malware»  y cómo estas dinámicas afectan profundamente las relaciones humanas y el bienestar psicológico.

Este perfil de personalidad puede entenderse como una especie de «personalidad malware», un término que resuena en el ámbito tecnológico pero que aquí sirve como una poderosa metáfora para ilustrar cómo opera esta persona en el ámbito social, emocional y psicológico. Al igual que un malware informático, su propósito no es construir, sino infiltrar, manipular y destruir desde dentro, introduciendo falsedades y alteraciones diseñadas para sembrar el caos y el control.

¿Cómo funciona la «Personalidad malware»?

Lo primero que es necesario señalar, que la personalidad malware generalmente necesita la confianza de su víctima para poder atacar de manera efectiva, ya que la confianza facilita el acceso emocional, psicológico y, en ocasiones, social al «sistema de referencia interno» de la víctima. Para ello, realizará unas tácticas o estrategias psicológicas para poder atacar. Veamos cuáles son:

  1. Inyección de información irreal o errónea: Esta persona introduce activamente datos falsos, distorsionados o inventados en las interacciones. Su objetivo no es solo confundir, sino también sembrar duda en la percepción de la realidad del otro. Al igual que un malware corrompe el funcionamiento de un sistema operativo, esta personalidad corrompe la percepción y juicio de quienes la rodean. Con afirmaciones manipuladoras, mentiras y promesas falsas, distorsiona los hechos, debilitando la capacidad de los demás para tomar decisiones autónomas. A este respecto, los niños son especialmente vulnerables a las personalidades malware debido a su etapa de desarrollo. Durante la infancia, su Sistema de Referencia Interno aún se encuentra en formación, lo que los hace altamente susceptibles a la manipulación emocional y la introducción de información falsa o distorsionada, sobre todo si quienes les manipulan o infiltran información irreal son sus progenitores. Esta influencia puede dejar cicatrices profundas en su autoestima, identidad y capacidad para establecer relaciones saludables en el futuro.
  1. Confusión como herramienta de control: La introducción de información irreal tiene un propósito estratégico: generar incertidumbre, desorientación y dependencia emocional. Al hacer que su víctima dude de lo que cree o siente, logra erosionar la autonomía y obligarla a depender de ella como única fuente de «verdad». Esto le permite reprogramar las creencias y valores de las personas afectadas, moldeándolos según su propia agenda.
  2. Falsificación de identidades y roles:
    Así como un malware puede disfrazarse de programa legítimo para engañar al usuario, esta personalidad asume máscaras para encajar en distintas situaciones y manipular a los demás. Puede presentarse como víctima, benefactora, consejera o incluso admiradora para ganarse la confianza, solo para luego usar esta posición privilegiada como una forma de control.
  3. Alteración y sabotaje de las emociones: Más allá de alterar la percepción de la realidad, este tipo de persona manipula las emociones de los demás de forma calculada. Genera sentimientos irreales en sus víctimas, como miedo, culpa, admiración o incluso amor, todo fabricado a través de sus tácticas de manipulación. En esencia, reescribe la «programación emocional» de los demás, implantando respuestas que le son útiles para mantener el control.
  4. Propagación en red: asociación con otros «malwares»: Como un malware que se extiende a otros dispositivos en una red, esta personalidad no actúa siempre en solitario. Forma alianzas con otros individuos de naturaleza similar, creando una red de influencias tóxicas que refuerzan mutuamente sus dinámicas destructivas y multiplican el alcance de sus acciones.
  5. Destrucción del sistema objetivo: Al igual que un malware puede corromper un sistema hasta dejarlo inutilizable, esta personalidad tiene el poder de desestabilizar emocionalmente y psicológicamente a sus víctimas. La constante erosión de la autoestima, la autonomía y la percepción de la realidad puede llevar a quienes están bajo su influencia a un estado de confusión, agotamiento y sumisión, donde ya no son capaces de funcionar de manera plena e independiente.
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Consecuencias de la «personalidad malware».

Las dinámicas generadas por una personalidad malware tienen un impacto significativo en la salud emocional y psicológica de las personas que caen bajo su influencia. Estas consecuencias no solo afectan a nivel individual, sino que también pueden fragmentar relaciones, comunidades y entornos sociales. A continuación, se detallan los principales efectos y las herramientas necesarias para protegerse de estas personalidades destructivas:

  • Erosión de la realidad compartida:
    Al introducir sistemáticamente información falsa o distorsionada, esta persona destruye la base común de entendimiento entre las personas. Esto no solo afecta a sus víctimas directas, sino que también crea un ambiente de desconfianza y caos en los grupos o comunidades donde opera.
  • Dependencia emocional y psicológica:
    Las víctimas de esta personalidad tienden a perder su capacidad de confiar en su propio juicio, quedando atrapadas en una dinámica de dependencia donde el «malware» se convierte en el centro de su percepción del mundo.
  • Aislamiento de la víctima: Como un malware que bloquea las conexiones legítimas en un sistema, esta personalidad sabotea las relaciones saludables de su víctima con otras personas, aislándola y debilitando su red de apoyo.
  • Trastornos psicológicos: La última consecuencia de la que podemos hablar es del impacto psicológico que genera desde una disfuncionalidad de la persona, generando incluso cuadros o trastornos psicopatológicos.

«Antivirus» frente a la Personalidad Malware: Verdad, Realidad y Honestidad.

Para combatir la influencia de una personalidad malware, un «antivirus» basado en la verdad, la realidad y la honestidad es esencial. Este enfoque actúa como una herramienta de protección emocional y psicológica, construida sobre los siguientes pilares:

  1. Lo primero es Reconocer patrones de comportamiento dañino:
    Identificar la introducción de información falsa, la manipulación emocional y las dinámicas de control es crucial para contrarrestar su influencia. Presta atención a señales como el constante falseamiento de los hechos, el uso de tácticas de culpa o miedo, y el intento de desviar la culpa hacia los demás.
  2. Verdad como núcleo protector: Ser honesto con uno mismo y con los demás fortalece el Sistema de Referencia Interno, evitando que la información manipuladora de la personalidad malware encuentre terreno fértil. La verdad ofrece claridad, rompe la confusión y permite tomar decisiones informadas.
  3. Anclaje en la realidad: Mantener una conexión sólida con la realidad ayuda a detectar distorsiones y manipulaciones. Contrastar información con fuentes confiables y observar las acciones reales, en lugar de las palabras manipuladoras, protege contra la confusión.
  4. Honestidad en las relaciones: Promover interacciones basadas en la sinceridad y la transparencia fomenta un entorno donde las dinámicas tóxicas son menos propensas a prosperar. La honestidad fortalece las conexiones humanas y reduce el aislamiento, una de las tácticas clave de las personalidades malware.
  5. Autonomía emocional: Ser consciente de los propios valores, emociones y necesidades permite establecer límites firmes frente a intentos de manipulación. Esto refuerza la independencia psicológica y dificulta que otros tomen el control.

En general estos aspectos lo que genera es fortalecer el «sistema operativo interno»: al mantener una creencia sólida en la realidad y confiar en los propios valores y juicios. 

Conclusión.

La «personalidad malware» o la personalidad psicopatógena no solo representa una amenaza emocional y psicológica, sino que también tiene el potencial de contaminar el tejido social y emocional de quienes la rodean. No es extraño que cada vez haya más dinámicas destructivas en los diferentes ámbitos sociales, como es a nivel laboral, escolar, en las redes sociales, en los medios de comunicación o en la clase social.  Reconocer sus tácticas y aprender a protegerse son pasos clave para preservar la autenticidad, la autonomía y la verdad en nuestras vidas. Al igual que en el mundo digital, la mejor estrategia es una combinación de vigilancia, límites claros y una red sólida de apoyo que refuerce nuestra «seguridad emocional».

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Bibliografía.

Fromm, E. (1973). La destructividad humana. Fondo de Cultura Económica.

García, C.J. (2015.  La maldad, el poder y el anti-realismo. Módulo 6 de la obra: La naturaleza real del ser humano y sus alteraciones. Autoría Medinaceli.    

García C. J. (2018). La gran aventura del ‘yo’. Autoria Medinaceli.

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