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En la era de la globalización y el desarrollo exponencial de las nuevas tecnologías, hemos facilitado la comunicación virtual, pero, paradójicamente, muchas personas acceden a momentos de aislamiento existencial y vacío emocional. En este contexto, la interacción con la Inteligencia Artificial (IA) en conversaciones que simulan la cercanía humana plantea un riesgo psicológico significativo: la fuerte necesidad de comunicación y la confusión entre la realidad y la irrealidad, un factor central en la psicopatología.

Hace unos días,salió la noticia en Estados Unidos de un adolescente de 14 años en Orlando con síndrome de Asperger  que conversaba con un chatbot que recreaba al personaje Daenerys Targaryen de Juego de Tronos. Según se informa, estableció una relación emocional intensa con esta entidad virtual, interpretó uno de los mensajes del chatbot como una invitación al suicidio, y finalmente se quitó la vida. (El País)

Y es que la IA puede imitar un diálogo desde los propios intereses, gustos o incluso valores. Pero aquí surge un riesgo psicológico importante: confundir una interacción simulada con una relación humana real.

¿Qué pasa cuando buscamos apoyo emocional en la IA?

La salud mental depende, en gran parte, de nuestra relación con la realidad. Cuando una persona conversa con una IA como si hablara con un amigo, un familiar o incluso un terapeuta, corre el riesgo de caer en lo que llamamos pseudo-comunicación.

¿Qué significa pseudo-comunicación?

La comunicación auténtica ocurre cuando dos personas reales interactúan desde su subjetividad. Según Paul Watzlawick (1976), uno de los grandes teóricos de la comunicación humana, no es posible no comunicarse, porque incluso el silencio transmite un mensaje cargado de intenciones y significados. Es tal esa necesidad, que nuestra mente puede llegar a generar una conversación con una máquina como si fuera real.

En la comunicación humana intervienen elementos imposibles de imitar por la IA:

  • El tono emocional de la voz.
  • Los gestos y el lenguaje corporal.
  • La historia personal de cada interlocutor.
  • La capacidad de empatizar y “sentir con” el otro.

La IA, en cambio, no tiene experiencia vital ni conciencia, solo reproduce patrones lingüísticos a partir de datos. Por lo tanto, lo que ofrece no es comunicación en el sentido humano, sino un simulacro de conversación.

Los peligros de la pseudo-comunicación

  1. Falsa sensación de compañía: La persona puede sentir que “no está sola”, pero en realidad no hay nadie del otro lado. Esto alimenta la soledad en lugar de resolverla.
  2. Dependencia emocional hacia la máquina: Al igual que ocurre con ciertas adicciones tecnológicas (videojuegos, redes sociales), el individuo puede buscar cada vez más interacción con la IA como fuente de calma o validación.
  3. Distorsión de la identidad: Como explica Erich Fromm, el ser humano necesita ser reconocido por otros para construir una identidad sólida. Si ese reconocimiento proviene de una máquina, se genera una pseudo-identidad, sin un verdadero reflejo humano.
  4. Desconexión con la realidad: Conversar con la IA como si fuera una persona refuerza un mecanismo de escape frente al dolor o el vacío, en lugar de afrontarlo. Esto puede derivar en problemas graves de aislamiento, depresión e incluso ideación suicida, como muestran los casos recientes en adolescentes.
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La diferencia esencial

Mientras que una conversación real implica riesgo, entrega, empatía y autenticidad, la conversación con una IA se basa en respuestas calculadas sin intencionalidad emocional. Como decía Donald Winnicott, necesitamos “un otro real que nos mire y nos devuelva nuestra existencia”. La IA nunca puede devolvernos esa mirada genuina.

La salud mental depende, en gran parte, de nuestra relación con la realidad. Cuando una persona conversa con una IA como si hablara con un amigo o un terapeuta, corre el riesgo de caer en lo que llamamos pseudo-comunicación:

  • Parece una conversación, pero no lo es.
  • La otra parte no es un sujeto independiente, sino un sistema diseñado para imitar respuestas.

Esto puede derivar en una pseudo-existencia, es decir, en una sensación engañosa de compañía que en realidad refuerza el aislamiento y dificulta la construcción de vínculos humanos verdaderos.

Aquí resuena el pensamiento de Erich Fromm, quien alertaba sobre el peligro de que el ser humano se relacione con objetos o sistemas en lugar de con otros seres humanos, lo que conduce a la alienación y al vacío existencial.

La salida: volver a la realidad y a lo humano

La verdadera salud psicológica no se construye con atajos. Requiere:

✔ Usar nuestras funciones psicológicas de manera consciente: conocer, valorar, actuar.
✔ Cultivar la relación con uno mismo y con los demás desde la autenticidad.
✔ Invertir energía en construir vínculos reales, en lugar de refugiarse en la ilusión de la máquina.

La IA puede ser una herramienta útil en muchos ámbitos, pero no puede sustituir la cercanía humana ni el proceso terapéutico que implica mirarse a uno mismo y crecer.

Referencias Bibliográficas

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