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Este artículo pretende concretar de forma resumida las fases psicológicas en el proceso migratorio, por la que toda persona puede pasar, cuando deja su país de origen y comienza en un lugar nuevo;  desde su decisión hasta el retorno. Si bien cada persona es diferente, y su modo de afrontar el proceso migratorio puede variar, existen similitudes y comunalidades que nos pueden ayudar tanto a comprender estos procesos psicológicos como a prever y anticiparnos a las dificultades y problemas que puedan surgir. Veamos pues, estos momentos e hitos por los que todo expatriado es susceptible de pasar.

  1. La decisión: La primera fase es la toma de decisión, cuando la persona es consciente de su deseo y comienza a ponerlo en marcha. Veremos que es necesario ser verdaderamente conscientes de las razones y motivos por lo que se emigra
  2. La despedida: El siguiente proceso importante es la despedida del lugar de origen, dejando atrás todo aquello que hasta el momento formaba parte de la vida de la persona, su contexto existencial y por lo tanto su ámbito de referencia y seguridad.
  3. La llegada y su integración
    1. Los primeros momentos: el estrés por comenzar. La llegada es un momento fuerte de estrés por los diferentes retos que se tiene que enfrentar la persona emigrante: la vivienda, el trabajo, las nuevas relaciones sociales, el idioma, etc; Pudiendo entrar en una actividad frenética para alcanzar todos estos objetivos. Como veremos se necesita un tiempo y en este proceso se pasarán por diferentes estados emocionales
    2. La fase del enamoramiento: Sentimientos de libertad y de que “todo es posible”: Es quizá la primera fase lógica al comenzar una nueva etapa en un contexto cultural y social totalmente nuevo. Todo es apasionante y emocionante, todo despierta nuestra curiosidad e interés, como si descubriéramos un mundo (o más bien, efectivamente es así) pero no solo hacia el exterior si no también hacia el interior, al descubrir aspectos propios que hasta ese momento nos pasaban desapercibidos. En esta etapa se proyectan los anhelos y deseos más profundos, como si hubiera una nueva oportunidad en nuestra vida, como si al comenzar de nuevo pudiéramos borrar todo lo que hasta ese momento podría parecernos negativo y se siente que todo es posible, con sensación de libertad y de esperanza.
    3. Las fases del desencanto: De ese fase de enamoramiento se pasa a una fase más realista y en algunos casos más pesimista. Aquella euforia del principio puede dar lugar a diferentes procesos emocionales a partir de el choque cultural, social y personal, así como las diferentes frustraciones que se pueden ir dando a nivel laboral, de la vivienda o en las relaciones sociales.
    4. Las posibles crisis: Hay aspectos concretos por los que una persona emigrante puede pasar a nivel emocional y psicológico. Veremos que se habla del síndrome de Ulises, como proceso propio del emigrante, pero también hay otros aspectos, como la melancolía y añoranza por el lugar de origen, los sentimientos de rechazo, diferentes miedos (a la soledad, a las pérdidas) aspectos que son comunes al ser humano pero que el proceso de emigración puede actuar como catalizador
  4. El establecimiento: Si la persona supera las diferentes crisis comentadas, llegará a un término medio de estabilidad emocional, en donde comenzará a sentirse más integrada y más asentada en su nuevo país. En el ámbito laboral, igual que ocurre en el país de origen, podrá ir mejorando en sus condiciones, eligiendo de una forma más consciente y con posibilidades a partir de su experiencia o el mejor dominio del idioma. A nivel de relaciones sociales también habrá una mayor estabilidad, pudiendo incluso comenzar la formación de una pareja o familia. En todo esto, la persona emigrante acepta mejor las contradicciones de la nueva cultura respecto a la suya, comienza a valorar de manera realista las posibilidad y aspectos positivos que tiene la nueva sociedad, así como irá adaptando aspectos culturales del nuevo país a su propia identidad. Es una fase de enriquecimiento y desarrollo personal.
  5. Recaídas: Pero aunque la persona emigrante logre esa estabilidad emocional y de adaptación, no quita que no pueda sufrir pequeñas recaídas, volviendo a sentir esa nostalgia o melancolía por el lugar de origen, con sentimientos negativos al nuevo país. Esto normalmente ocurre en los periodos en los que se vuelve “a casa” como son en vacaciones y fechas señaladas (Navidad, eventos como bodas,…); y  otra parte suele afectar también cuando ocurre algo negativo en el contexto de origen (enfermedad de un familiar, fallecimientos, etc) en donde la persona tiene el gran inconveniente de la distancia.
  6. La decisión de regresar: Después de un periodo corto o largo dependiendo del proceso vital del emigrante, puede llegar el momento de regresar. De la misma forma que la decisión de emigrar resulta un momento clave en la vida de la persona, el regreso también es de suma importancia, con diferentes miedos y emociones que aparecen como consecuencia de esta decisión: Miedo al cambio en el país de origen, a no poder adaptarse de nuevo a su vida, a sentimientos de inadecuación, de pérdida, etc.

En este recorrido emocional y existencial hemos ido acompañando a la persona emigrante en  los diferentes artículos que han aparecido en el blog de www.psicologiaenlared.com.

 
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