1.Introducción.
La depresión es comúnmente entendida como un problema psicológico o emocional, pero en las últimas décadas ha sido ampliamente medicalizada. Este enfoque desde el organicismo actual, como es la llamada Neurociencia (basado en el dominio de la psiquiatría), sostiene que la depresión es causada por fallos en la química cerebral, por ejemplo los niveles bajos de neurotransmisores como serotonina, dopamina y noradrenalina (Korb, 2015) . Sin embargo, esta explicación no sólo simplifica excesivamente el problema, sino que elimina al «yo» de la persona como protagonista de su propia experiencia, reduciendo la complejidad humana a simples mecanismos biológicos. Este artículo pretende separarse de la visión organicista y materialista que está dominando la actualidad sobre las enfermedades, trastornos o problemas psicológicos en donde se atribuye al cerebro y no a la mente el origen de estos problemas. Veamos exactamente esta explicación alternativa a la depresión.
2.¿Qué es la depresión?
La depresión se puede definir como un hundimiento de las actividades vitales, acompañado de síntomas como tristeza, desmotivación, baja autoestima y, en algunos casos, agitación o ansiedad. Este estado no es un mal funcionamiento del cerebro, como se señala en la actual neurociencia (Mora, 2015), que es la actualización del materialismo (de La Mettrie (1709-1751), sino una experiencia profundamente ligada a la relación entre el individuo, su entorno y las circunstancias de su vida.
Desde esta perspectiva, la depresión es generada desde un estado de indisposición para invertir energía en la vida. Esto ocurre cuando una persona percibe que el costo de vivir es mayor que los beneficios que obtiene. Es decir, siente que no vale la pena esforzarse porque «nada mejora» o «nada tiene sentido». Serán las creencias sobre sí mismo, sobre el entorno y sobre su relación con este las generarán este estado depresivo. Algunos ejemplos de las creencias relacionadas con la depresión son:
- «No soy capaz de lograr lo que quiero.»
- «Mi vida no tiene sentido.»
- «Haga lo que haga, nada cambiará.»
Estas creencias que constituyen el Sistema de Referencia Interno de la persona (García, 2018) reflejan un desequilibrio emocional y cognitivo que afecta tanto la motivación como la capacidad de actuar. Es decir, desde un enfoque psicológico, la depresión no es una enfermedad del cerebro, sino una reacción del «yo» a situaciones difíciles o valoraciones negativas sobre la propia existencia. Es decir, lo que sentimos y experimentamos no es un defecto biológico, sino el resultado de cómo interpretamos y vivimos nuestras circunstancias. Por estas razones, analizaremos las causas siguiendo la lógica de las creencias de la persona que la sufre.
Causas de la depresión.
Si nos alejamos de explicaciones organicistas que se centran en el cerebro y que descartan la mente como fuente de este estado mental, este estado psicológico se explica desde:
- Valoraciones negativas de la vida: La persona evalúa que lo que obtiene no compensa el esfuerzo realizado.
- Creencias negativas sobre sí mismo: Aquellos que tienden a ser muy autocríticos o a verse culpables de las situaciones negativas o de las valoraciones negativas, tienden a entrar en estados depresivos.
- Situaciones externas difíciles: Aunque la depresión es principalmente un fenómeno interno, factores externos como la falta de apoyo social o eventos traumáticos pueden influir.
- Ahorro de energía desde el resultado de las creencias: La depresión tiene una función relacionada con la conservación de energía. Cuando una persona evalúa que sus esfuerzos no traen recompensas, su mente reduce drásticamente el gasto energético como un mecanismo de protección. Esto explica por qué quienes sufren de depresión se sienten agotados y sin fuerzas, incluso para actividades sencillas.
Tipos de Depresión
A partir de este ahorro de energía, la persona puede reaccionar de dos modos: desde una inhibición o desde una reacción agitada, así tendríamos dos formas de responder
- Depresión inhibida: Se caracteriza por un estado de baja energía. Los síntomas incluyen tristeza, falta de interés por el entorno, lentitud en las acciones y aislamiento social. La persona no siente que «deba» hacer nada y pierde la motivación para actuar.
- Depresión agitada: Contrariamente a lo esperado, incluye síntomas de hiperactivación emocional y ansiedad. Puede manifestarse como inquietud, irritabilidad, problemas para dormir y pensamientos obsesivos. Este tipo de depresión suele surgir cuando la persona siente que «debe» cumplir con responsabilidades o satisfacer expectativas externas, incluso si no tiene la energía para ello. Y este tipo de depresión es más difícil de diagnosticar, ya que la propia persona no se da cuenta de su estado depresivo, solo de su estado ansiógeno.
3.Crítica al actual organicismo de la “Neurociencia”.
El enfoque organicista de la psiquiatría y en los últimos años de la neurociencia que ha tomado un importante peso (Korb, 2015), parte de la idea de que la depresión es causada por fallos en la transmisión eléctrica entre las neuronas o bien en aspectos estructurales del cerebro (amígdala o hipocampo), y propone que los antidepresivos pueden corregir este problema. Aunque estos medicamentos pueden aliviar algunos síntomas, esta perspectiva tiene varias limitaciones importantes:
- Reducción del «yo» a lo biológico: Según el organicismo, el «yo» no tiene control sobre su estado emocional; todo depende de la química cerebral. Esta visión elimina la responsabilidad del individuo y su capacidad para cambiar su situación, lo que puede generar una sensación de dependencia hacia los tratamientos externos.
- Falsa causalidad: El hecho de que los antidepresivos modifiquen la actividad cerebral no prueba que la causa de la depresión sea un fallo en la neurotransmisión. Este razonamiento ignora que los estados emocionales del «yo» influyen directamente en la actividad cerebral, y no al revés (Szasz, 1961).
- Deshumanización del problema: Tratar la depresión como una enfermedad biológica ignora el papel crucial de las circunstancias sociales, emocionales y personales en su desarrollo. Por ejemplo, la pérdida de un ser querido o un conflicto interpersonal no son «fallos cerebrales», sino experiencias humanas que requieren comprensión y apoyo (Frankl, 2004).
Consecuencias de ignorar al «yo»
Cuando se trata la depresión como un problema meramente orgánico, se ignora la causa real de su aparición: el sistema de creencias, valores y emociones del individuo, así como las condiciones sociales que lo rodean. Esto no solo dificulta una verdadera solución, sino que también elimina la posibilidad de prevenir estas situaciones en el futuro.
Además, los tratamientos farmacológicos pueden crear una desconexión entre el «yo» y sus emociones. Por ejemplo, si una persona toma antidepresivos tras la muerte de un ser querido, puede sentirse «bien» de manera artificial, lo que genera una disonancia emocional desagradable al no corresponder con la situación vivida.
Hacia una visión más humanista:
Una comprensión más completa de la depresión requiere integrar el papel del «yo» y sus circunstancias. Algunas claves para abordar la depresión de manera más efectiva son:
- Reconocer el contexto vital: Analizar las circunstancias sociales, familiares y personales que han llevado al estado depresivo.
- Dar protagonismo al «yo»: Ayudar a la persona a tomar conciencia de sus creencias, valores, pensamientos, emociones y acciones, fomentando una actitud activa hacia el cambio.
- Evitar la medicalización excesiva: Utilizar tratamientos farmacológicos sólo cuando sean estrictamente necesarios y como complemento, no como única solución.
- Promover la comprensión y el apoyo: Crear espacios de escucha y empatía para que la persona se sienta acompañada y comprendida en su experiencia (como puede ser una terapia específica para la depresión).
4.Conclusión.
La depresión no es un fallo del cerebro, sino una experiencia humana que refleja el sufrimiento del «yo» frente a circunstancias adversas. Reducirla a un problema orgánico no solo deshumaniza individuo, sino que también ignora las verdaderas causas de su malestar. Para abordar la depresión de manera efectiva, es necesario ir más allá de la neuroquímica y comprender al ser humano en su totalidad: su historia, sus emociones, sus relaciones y su sentido de vida. En última instancia, la solución no está en el cerebro, sino en devolverle al «yo» su capacidad de decidir, valorar y transformar su existencia.
5.Referencias Bibliográficas.
- Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido. Herder.
- García C. J. (2018). La gran aventura del ‘yo’. Autoria Medinaceli.
- Korb, A. (2015). Neurociencia para vencer la depresión: La espiral ascendente. Editorial Sirio.
- La Mettrie, J. O. de. (2019). El Hombre Máquina. Enedia
- Mora, F. (2015). El cerebro emocional: Los mecanismos de la mente y sus trastornos. Alianza Editorial.
- Szasz, T. (1961). El mito de la enfermedad mental. Harper & Row.
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