1.La salud mental
El ser humano para lograr una salud mental adecuada, necesita existir y necesita sentir que existe. Veamos qué significan estos requisitos para aquello que podemos llamar felicidad en el ser humano.
- Por un lado hay dos procesos básicos de existencia, cuando la mente aprehende y forma ideas con referencia de la realidad y por otro lado cuando realiza ideas, llevándolas a cabo, con un modelo previo construido en la mente (a partir del modelo real). Es decir, cuando aprehende lo que es la realidad, y cuando expresa lo que debe ser la realidad según sus criterios (creencias que le determinan).
- Por otro lado, el ser humano necesita sentir que se existe, que es sentir que se hace estos dos procesos básicos, tomando conciencia que es el propio “yo” quien lo realiza. Esta sería una consciencia plena, sustantiva, en donde la persona ejerce desde “sí mismo” y se ve reflejado en su propia conciencia. Es el proceso de saber qué existe. Si tomamos como metáfora una pantalla de cine, existir no solo sería representar un papel en este mundo, sino aparecer en esa pantalla (conciencia) como protagonista de la propia vida.
La plena existencia, que se caracteriza por un sentimiento de satisfacción y felicidad, se produce cuando ese papel representado en la propia vida, aparece en la pantalla gracias a uno mismo, que es quien pone en marcha la conciencia que proyecta su existencia. Hacer y verse reflejado en ese hacer. Conocer y sentirse que es uno mismo quien conoce. Esto sería la vía de la salud mental. Gracias a esto, tan básico pero a la vez tan complejo para poder lograrlo, la persona sentirá su vida plena en aspectos como:
- Sentimiento de placer en el propio hacer. No se siente nada por obligación sino que se disfruta de cada cosa que se realiza en el día
- Sentimiento de tranquilidad y seguridad.
- Sentimiento de conexión con el entorno y de conexión con uno mismo.
- Sentimiento de control y dominio en la propia vida.
- Optimismo y esperanza en el futuro.
2.Las pseudo-existencias
Quedémonos en los problemas o dificultades que puede tener la persona a la hora de iluminar su pantalla de cine, su propia conciencia. En este caso no se ve reflejado en su propia vida, no se reconoce ni identifica con lo que hace o conoce. Cuando esto se produce, necesita de otras personas que pongan en marcha, con su mirada “psicológica”, esa imagen de uno mismo en la pantalla. Esa forma de sentir existencia es lo que el psicólogo Carlos García llama “objetualidad”.
2.1. La objetualidad
Podemos definir la objetualidad como el proceso por el que la persona toma conciencia de su propia existencia a partir de la mirada o la visión de una segunda persona, dando más valor al “me miran” que la propia mirada hacia sí mismo. Es decir, valora más la conciencia ajena que la propia conciencia, pasando a depender de la mirada ajena y por lo tanto, haciendo depender su propia existencia de la conciencia ajena. Sería sentir que existo si me veo reflejado en otra “pantalla de cine”, saliendo en “una película” ajena. Así, la persona hará todo lo posible por salir en “la película” de otra persona, sintiéndose protagonista por unos instantes cuando se vea reflejado en esa pantalla.
Esta forma de existir ya no podemos asignarle como “plena existencia”, sino que comienza un camino de "Pseudo-existencia".
Aquí entra la razón de los grandes negocios que se han puesto en marcha en nuestra cultura en los últimos tiempos. La sociedad que se está construyendo se ha separado de los valores clásicos que venían de la cultura griega en un primer momento y luego de la cultura católica, basados en valores sustantivos y de sujetarse a la realidad (el principio de realidad que planteaba el psicoanálisis, hoy fuertemente denostado) para pasar a una sociedad de valores objetuales y de fundamentar la existencia en deseos, fantasías y sueños, como se recoge en gran mensaje social “perseguir tus sueños” (ver la sociedad adolescente). La existencia ha dejado de estar conectada con la realidad y con la sustantividad de cada uno (su esencia) para fundirse en una masa social de ojos que miran a quien existe (como espectador) y que necesita ser mirado (como objeto de mirada).
Las redes sociales han sido un gran fundamento en las existencias objetuales, en donde la vida de cada uno/a es expuesta para ser valorada y mirada. Un “me gusta” hace sentir a la persona que existe, iluminando la pantalla y viéndose en esa pantalla de la conciencia (ajena). Un “no me gusta” o una crítica, apaga la pantalla y presenta a dicha existencia como negativa o en algunos casos como “inexistente”. De este modo hay una fuerte ansiedad por existir en las redes sociales, que es sentir que se existe en el mundo.
Otra forma de pseudo-existencia sería existir a través de otras vidas, identificándose con esas vidas. Los grandes espectáculos, como son el fútbol o los espectáculos representativos como es el cine o el teatro, se basan en esas proyección que tiene la persona de que aquello que le ocurre con quien se identifica, tanto en el mundo real (fútbol) como ficticio (teatro, cine, series,etc) le ocurre a la propia persona. Si su equipo gana (existe), él gana, si pierde, el siente perder (como si existiera menos). Si al protagonista le ocurre una alegría, el espectador siente esa alegría, si sufre una desgracia, se sentirá parte de esa desgracia. Así, la sensación de existir se produce en esa identificación y la pasividad del espectador hace que sienta una actividad mental que le llena por unos momentos. Los reality shows no se salvan de esta visión, pero con el añadido de que parecen de verdad, aunque esté todo amañado y manipulado. Parece mucho más real que una ficción y eso es lo que engancha a quien lo ve.
2.2. En busca del placer corporal
Pero los problemas no se quedan ahí, en el anterior tipo de pseudo-existencias. Cuando ya la persona ni siente que existe por sí mismo de forma sustantiva, ni siente que existe de forma objetual, gracias a la mirada del otro o al identificarse como espectador, solo le queda sentir que existe de forma corporal.
Sentir placer gracias a la comida, el sexo o las sustancias que alteran el estado de ánimo, son diferentes caminos que nos propone nuestra cultura para lograr aunque sea solo sentir “corporalmente”. Saciarse con la comida de forma compulsiva, utilizar el sexo desde esa visión de poliamor que Bauman (2003) llamó «amor líquido», o con el visionado de escenas pornográficas (uniendo espectador y placer), sentir adrenalina con ciertos comportamientos de riesgo (entre ellos jugarse el dinero) o consumir drogas (legales o ilegales) as para lograr una sensación artificial está cada vez más a la orden del día. No es extraño que España sea uno de los países con más consumo de psico-fármacos.
Sin este último escalón en la pseudo-existencias, la mente no se libraría de la angustia existencial que las personas deberíamos sentir cuando la propia existencia carece de sustantividad y de sentido. Aquí entraríamos en el caso contrario de lo anterior señalado como plena existencia. Cuando todo esto no curre, cuando no hay una insatisfacción con la propia vida y no hay un reconocimiento en lo que se hace ni un placer en lo que se conoce, aparecen diferentes señales y sentimientos que podemos ver como antagónicos con los anteriores, como es:
- Sentimiento de vacío
- Sentimiento de obligaciones en cada actividad
- Aburrimiento
- Sentimiento de soledad o de separación. Desconexión con el entorno y con uno mismo
- Inseguridad y miedo
- Ansiedad e incluso angustia
- Tristeza o pesimismo
- Y en muchas ocasiones, necesidad de ser mirado, visto o valorado por otras personas.
Nuestra cultura se rebela a caer en el absurdo, pero no se rebela desde un planteamiento filosófico como planteó Albert Camus, sino que se rebela consumiendo y objetualizándose para sentir que su vida tiene algo de peso. Habría que plantearse qué hemos ido dejando en el camino para llegar a estas psudo-existencias, como es la religión tan denostada o la filosofía tan devaluada. La psicología parecería que está cogiendo peso para ayudar en este sentimiento de absurdo, pero habrá que tener cuidado con las psicologías de recetas y de clichés, que con unas frases bonitas sacadas de tazas de desayuno, no se da sentido a la vida. La felicidad de la persona, que es sinónimo de salud mental, es mucho más profunda que esas supuestas recetas y para lograrla se necesita realizar un camino de conocimiento y experiencias que puede parecer duras o poco agradables, si es visto desde la mirada superficial de las pseudoexistencias.
Bibliografía recomendada
García, C. J. (2018). «La gran aventura del Yo». Madrid: Autoría Medinaceli.
Bauman, Z. (2003). «Amor líquido (acerca de la fragilidad de los vínculos humanos)«. Fondo de Cultura Económica
Camus, A. (2013). «El hombre rebelde». Alianza Editorial.
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Sergio Delgado es Psicólogo General Sanitario, especializado en terapia cognitivo-conductual y en la intervención de trastornos de ansiedad, depresión y adicciones. Se formó en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y completó su Máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Europea de Madrid.
Con experiencia en el trabajo tanto en consulta privada como en intervención grupal, Sergio ofrece servicios de psicoterapia presencial y online, combinando su enfoque terapéutico con técnicas avanzadas como el mindfulness para promover el bienestar emocional de sus pacientes.