Introducción.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es una de las condiciones psicológicas más desafiantes, y a menudo se aborda en terapia tratando únicamente sus manifestaciones más visibles: las obsesiones y las compulsiones. Sin embargo, detrás de estos síntomas hay un núcleo más profundo que muchas veces no se considera en los tratamientos convencionales: la identidad. Cuando una persona desarrolla una identidad negativa basada en las críticas constantes recibidas durante su infancia, se establece el terreno perfecto para el desarrollo del TOC. Esta malignización de la identidad, planteada por algunos autores como García (2018) o Millon (2004), veremos que es el verdadero origen del trastorno, y abordar únicamente los síntomas sin tratar esta raíz perpetúa el problema.
La identidad negativa en el TOC: ¿Qué es y cómo se forma?.
La identidad de una persona se forma principalmente a través de sus primeras interacciones con las figuras de cuidado, generalmente los padres. Cuando estas figuras transmiten mensajes críticos y repetitivos, el niño comienza a internalizar estas palabras como verdades absolutas sobre sí mismo. Theodore Millon, en su libro «Trastornos de la personalidad en la vida moderna», describe cómo esta internalización puede llevar a una percepción de uno mismo como intrínsecamente defectuoso o malo.
Por ejemplo, si un padre constantemente reprende a un niño con frases como: «Eres un desastre», «Nunca haces nada bien» o «Siempre arruinas todo», el niño no solo percibe que está haciendo algo mal, sino que empieza a creer que es malo. Esta percepción afecta profundamente la identidad del niño, creando una base de culpa y vergüenza que lo seguirá durante toda su vida.
Nathaniel Branden, en «Psicología de la autoestima», resalta que una identidad negativa afecta directamente la autoestima, llevando a una desconexión entre lo que el individuo es y lo que cree que debería ser. En el caso del TOC, esta desconexión se manifiesta en obsesiones y compulsiones que intentan corregir o compensar esta identidad defectuosa.
¿Cómo influye esta identidad negativa en el desarrollo del TOC?
El TOC puede entenderse como un intento desesperado de reparar una identidad que la persona percibe como inaceptable o dañada y que a partir de esta identidad puede generar un daño hacia el exterior. Las obsesiones suelen girar en torno a pensamientos intrusivos que activan la culpa o el miedo (e.g., «Si no cierro la puerta, algo terrible pasará»), mientras que las compulsiones son conductas diseñadas para aliviar esa ansiedad, en la que la persona sentirá que puede controlar el posible daño. Pero el verdadero motor de estas obsesiones y compulsiones no es en sí el miedo a un desastre externo, sino la creencia interna de que algo está mal en la propia persona y que puede generar ese desastre.
Por ejemplo:
- Una obsesión típica podría ser el miedo a cometer un error en su vida, como dejar el gas abierto. Algo que tendrá que verificar una y otra vez. Detrás de este pensamiento, la verdadera raíz es la creencia: «Si cometo un error, se confirmará que soy malo, que daño al entorno.»
- Una compulsión como lavarse las manos repetidamente no sólo responde al miedo a la contaminación, sino a la idea subyacente de que el individuo es impuro o malo y necesita «limpiarse» constantemente, ya que puede contaminar o generar un daño a las personas que le rodean.
En resumen, las obsesiones y compulsiones son una estrategia para intentar corregir o esconder una identidad que se percibe como defectuosa y que puede dañar o molestar al entorno.
Crítica a las terapias conductuales: ¿Por qué solo tratar los síntomas no es suficiente?
Muchas terapias para el TOC, particularmente aquellas basadas en la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), se enfocan exclusivamente en modificar las obsesiones y compulsiones. Técnicas como la prevención de respuesta o la exposición gradual son efectivas para reducir los síntomas, pero no abordan el problema subyacente: la identidad negativa (la malignización como plantea García, 2018).
El problema de este enfoque es que el alivio es superficial. Si la persona sigue percibiéndose como peligrosa, las obsesiones y compulsiones pueden reducirse temporalmente, pero el núcleo de culpa y vergüenza permanece intacto, lo que facilita la recurrencia del trastorno. Nathaniel Branden (2011) subraya que cualquier terapia que no trabaje en reconstruir una identidad sana está ignorando un componente esencial para la verdadera recuperación.
Hacia un enfoque más profundo: Sanar la identidad.
Para abordar el TOC desde su raíz, es fundamental trabajar en la identidad de la persona y en cómo ésta ha sido moldeada por las experiencias tempranas. Algunas estrategias incluyen:
- Revisar los mensajes internalizados y dudar de quienes los realizaron: Muchas personas con TOC no son conscientes de que sus obsesiones y compulsiones están conectadas con una narrativa interna crítica. Un paso clave es identificar los mensajes parentales que han contribuido a esa identidad negativa. Y esos mensajes pueden ser también miradas, gestos, tonos, que desacreditan o desvalorizan a la persona. Por ejemplo, un terapeuta podría ayudar al paciente a reconocer que su miedo a equivocarse en el trabajo no surge del presente, sino de las críticas constantes que recibió en su infancia. Dejar de creer en esa figura como referencia de realidad es el paso previo a dejar de creer en esos mensajes como verdaderos.
- Desafiar la identidad negativa: Theodore Millon sugiere que el cambio real ocurre cuando las personas pueden reemplazar sus creencias negativas con percepciones más realistas y compasivas de sí mismas. Esto podría incluir ejercicios de reestructuración cognitiva enfocados en cambiar frases como: «Soy un desastre» por «Cometo errores como cualquier persona, pero eso no define quién soy.»
- Reconstrucción de la autoestima: Nathaniel Branden uno de los autores más importantes sobre la autoestima, plantea que entre los pilares más importantes se encuentra “El respeto hacia uno mismo”, como escribe en su libro con el mismo nombre. Branden describe el respeto hacia uno mismo como un reconocimiento consciente de nuestro valor y dignidad como seres humanos. No se trata solo de tener una buena imagen de uno mismo, sino de sentir que somos merecedores de respeto y trato digno, tanto de los demás como de nosotros mismos, pero quizás sobre todo, de nosotros mismos. La mayor falta de respeto en el paciente obsesivo proviene de sí mismo.
Integración emocional: Además de los ejercicios cognitivos, es importante trabajar con las emociones asociadas a la identidad negativa, como la culpa o la vergüenza. La terapia basada en la compasión puede ser especialmente útil para ayudar al paciente a aceptar sus imperfecciones y verlas como una parte natural de la experiencia humana.
Un enfoque integral: Tratar la identidad para curar el Trastorno Obsesivo Compulsivo.
Consideremos el caso de Clara, una mujer de 28 años con TOC severo. Sus compulsiones incluían revisar repetidamente si había apagado las luces de casa. En terapia, Clara descubrió que este comportamiento estaba conectado con el miedo subyacente de ser irresponsable, una creencia que había desarrollado porque su madre constantemente le decía: «Eres descuidada, nunca haces nada bien.»
El tratamiento de Clara incluyó ejercicios para reconstruir su identidad. Al trabajar en su percepción de sí misma y cuestionar el mensaje de que era «irresponsable o dañina», Clara comenzó a notar una disminución de la ansiedad que alimentaba sus obsesiones.
Conclusión: No podemos ignorar la identidad.
El TOC no es solo una serie de pensamientos obsesivos y conductas compulsivas; es la manifestación de un problema más profundo: una identidad dañada que se ha construido a partir de las críticas y los mensajes negativos de la infancia. Abordar únicamente los síntomas puede proporcionar un alivio temporal, pero para una recuperación duradera, es imprescindible trabajar en la raíz del problema. Como señalan tanto Millon, García o Branden, sanar la identidad y fortalecer la autoestima son pasos esenciales para liberar a las personas de sus obsesiones y permitirles vivir con mayor libertad y compasión hacia sí mismas.
Referencias bibliográficas
- Branden, N. (2011). El respeto hacia uno mismo. Editorial Planeta.
- Branden, N. (2012). Psicología de la autoestima. Editorial Planeta.
- García Cosín, C. J. (2018). La gran aventura del ‘yo’. Autoria Medinaceli.
- Millon, T. (2004). Trastornos de la personalidad en la vida moderna (2ª ed.). Wiley.
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