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Nota del Editor: Agradecemos a Alberto Sanchidrián de la Torre su generosidad por este artículo, que ha cedido a Psicología en la red, compartiendo vocaciones, la psicología y el cine.

Eternal sunshine of the spotless mind, también conocida como ¡Olvídate de mí! gracias a la desastrosa adaptación de su título al español, es un rara avis del cine que se dirige por igual al cerebro y al corazón; una película donde la fabulosa imaginería visual de Michel Gondry se une a la pluma siempre desafiante de Charlie Kaufman (Cómo ser John Malkovich, Adaptation o Anomalisa) para conjugar lo mejor del drama, la ciencia ficción e incluso la comedia romántica sin llegar nunca a encajar por completo en ninguno de estos géneros.

La memoria –o su ausencia– se convierte en el eje sobre el que gira la película, pues todo el peso de la trama recae sobre la decisión de Clementine (sensacional Kate Winslet) de borrar de su memoria a su ex-pareja Joel (Jim Carrey), decisión que será más tarde replicada por el propio Joel. Esta desconcertante premisa da lugar a una serie de reflexiones sobre la esencia de la memoria, la experiencia humana, el aprendizaje y el amor que entroncan directamente con una de las grandes preguntas de la psicología.

¿Qué nos hace humanos?

El debate podría extenderse durante años, y de hecho lo hace, pero se puede afirmar con rotundidad que, al menos uno de los ingredientes, sería la capacidad de recordar nuestras experiencias, aprender de ellas y ser capaces de elaborarlas de tal forma que podamos compartirlas con los demás (lo cual nos remite a la esencia misma del cine).

¿Qué somos sino una enorme acumulación de vivencias? ¿Cómo podríamos articular lo que somos en toda su magnitud si no fuéramos capaces de recordar las experiencias que hemos vivido? Algunos tipos de demencia como el Alzheimer nos han colocado sobre la pista de las respuestas y han puesto de manifiesto que algo tan nuclear para una persona como su propia identidad, empieza a resentirse duramente a medida que la memoria comienza a degradarse.

Los diferentes tipos de memoria

La memoria puede categorizarse en dos grandes bloques:

Por un lado, la memoria a corto plazo es la que nos permite retener una cierta cantidad de información durante un espacio de tiempo limitado (entre 5 y 9 elementos básicos durante aproximadamente 30 o 40 segundos). Este tipo de memoria hace que podamos recordar un número de teléfono hasta que conseguimos apuntarlo. Otro subtipo de memoria a corto plazo llamada memoria de trabajo, no solo nos permite almacenar sino también manipular, procesar y transformar la información y hace que seamos capaces de realizar tareas como resolver problemas matemáticos o seguir el hilo de una conversación.

Por otro lado, la memoria a largo plazo nos proporciona la habilidad de retener y recuperar información almacenada hace días, meses o incluso años. Esta memoria a largo plazo puede a su vez dividirse en memoria implícita o procedimental, que está relacionada con la información motora y las pautas de acción necesarias para realizar una tarea (como andar en bicicleta) y en memoria explícita o declarativa, que es la que nos permite recuperar voluntariamente la información relacionada con los conocimientos que tenemos sobre el mundo (semántica) o la referente a nuestras propias experiencias (episódica o autobiográfica).

Es gracias a todo este entramado que tenemos la capacidad de recordar el pasado y planificar el futuro. Si no pudiéramos codificar la información que recibimos del mundo, almacenarla correctamente y recuperarla cuando la necesitamos, tendríamos serias dificultades para darle sentido a lo que nos rodea.

Eliminando el sufrimiento

Volviendo a la película que nos ocupa, los autores se plantean qué pasaría si tuviéramos la oportunidad de deshacernos selectivamente de algunos de los recuerdos almacenados en nuestra memoria autobiográfica, en concreto aquellos que nos resultan dolorosos.

En la historia de Clementine y Joel comprobamos cómo, tras eliminarse el uno al otro de sus respectivas memorias, no consiguen deshacerse de la sensación de que algo está mal. Al eliminar estos recuerdos han perdido la capacidad de darle sentido a sus emociones, lo cual no ha hecho que éstas desaparezcan sino que les ha dejado en una posición muy poco edificante que no les permite integrar sus experiencias traumáticas ni aprender de ellas. Con frecuencia olvidamos que las emociones negativas se llaman así por su valencia afectiva –cómo nos hacen sentir– y no por su valor real. La tristeza, la rabia o el asco, aunque resultan desagradables, están ahí porque llevan milenios resultándonos muy valiosas como especie, pues inducen en nosotros estados anímicos que nos ayudan a cambiar aquello que nos hace daño o que podría resultarnos perjudicial de alguna manera.

Por algún motivo, ambos se ven motivados a viajar de manera impulsiva al sitio en el que se conocieron, a pesar de que no recuerden explícitamente haber conocido a nadie allí. Cuando Clementine y Joel se “vuelven a conocer”, no pueden evitar sentirse inmediatamente atraídos de nuevo. ¿Significa que estamos predeterminados a enamorarnos siempre del mismo tipo de persona? Esto, que sin duda supone un problema para muchas personas que se ven continuamente atrapadas en relaciones tóxicas, puede darse en quienes no integran y analizan adecuadamente sus vivencias y, por tanto, no son capaces de aprender de ellas. Rechazar o pasar por alto nuestros errores nos lleva inevitablemente a cometerlos de nuevo.

Si hoy volvieras a conocer a todas las personas por las que sentiste algo en algún momento de tu vida, ¿te sentirías atraído por ellas? Lo más seguro es que en muchos de los casos la respuesta sea no, pues la persona que sintió aquella atracción ya no eres tú; el aprendizaje, entre otras muchas cosas, ha hecho de ti una persona diferente. Con el paso del tiempo y a través de las experiencias vividas, nos conocemos mejor y aprendemos, consciente o inconscientemente, a tomar mejores decisiones. Sin lugar a dudas, estamos moldeados por nuestro pasado.

Sin embargo, que una relación no haya funcionado no implica necesariamente que ésta haya sido un error, lo cual nos lleva directamente a la pregunta que cierra la película: ¿El hecho de que una relación termine y nos haya hecho sufrir hace que no haya merecido la pena? ¿Deberíamos deshacernos de todos los buenos recuerdos solo porque también hubo un puñado de malos momentos? La respuesta a esta pregunta suena alta y clara en voz de Clementine y Joel.

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